Los gamers de los 90 piensan mejor que la Generación Z según estudio

Los psicólogos confirman que los gamers millennials de los 90 piensan mejor que los de la generación Z. Descubre a qué se debe.


 
Familia jugando NES



Un reciente artículo de Newsweek ha generado un intenso debate al recopilar las opiniones de psicólogos y trabajadores sociales clínicos que afirman que los millennials que crecieron con videojuegos de los años 90 desarrollaron habilidades cognitivas superiores a las de la Generación Z actual. 


Lejos de ser una mera defensa nostálgica, este análisis pone el foco en el diseño mismo de los juegos y su impacto a largo plazo en el cerebro.


La diferencia clave: recompensa profunda vs. dopamina instantánea


Veronica Lichtenstein, consejera profesional licenciada, explica que los títulos de los 90 ofrecían un sistema de recompensas basado en el esfuerzo sostenido. Juegos como Super Mario 64, The Legend of Zelda: Ocarina of Time o Final Fantasy VII requerían memorizar patrones complejos, superar fracasos repetidos y llegar al final del juego tras decenas de horas de práctica. “Cuando terminabas, tu cerebro recibía una descarga masiva y duradera de dopamina. Era la sensación de haber conquistado algo real”, señala la experta.


En cambio, los juegos actuales —especialmente los free-to-play y los battle royale— están diseñados científicamente para mantener al jugador enganchado mediante recompensas pequeñas y frecuentes: skins, loot boxes, streaks diarios y notificaciones constantes. Este modelo genera lo que Lichtenstein llama “dopamina de comida chatarra”: picos intensos pero efímeros que reconfiguran el cerebro para buscar gratificación inmediata y dificultan la concentración prolongada.


Límites claros que protegían la salud mental


Melissa Gallagher, trabajadora social clínica, destaca otro aspecto crucial: los juegos de los 90 tenían inicio y final definidos. “Apagabas la consola y salías a jugar con amigos en la calle o a hacer la tarea. Había pausas naturales”, recuerda. No existían battle passes con caducidad, eventos de tiempo limitado ni rankings globales que generaran ansiedad constante.


Hoy, la presión por “no perder el progreso” mantiene a muchos adolescentes jugando hasta altas horas de la madrugada. Gallagher advierte que esta dinámica fomenta patrones de sueño erráticos, sentimientos de inferioridad ante tablas de clasificación inalcanzables y una percepción distorsionada del éxito basada exclusivamente en métricas digitales.


Evidencia científica que respalda la tesis


Investigaciones académicas respaldan estas observaciones clínicas. Un estudio publicado en 2022 en BMC Psychology encontró correlación significativa entre el tiempo excesivo en videojuegos adictivos y deterioro de la función ejecutiva, especialmente en la memoria de trabajo y la inhibición de impulsos. Por el contrario, meta-análisis de la American Psychological Association han demostrado durante años que los videojuegos clásicos de acción y puzzles mejoran la flexibilidad cognitiva, la atención espacial y la resolución de problemas.


Los gamers de los 90 aprendieron a tolerar la frustración sin tutoriales ni guías en YouTube. Resolver un puzzle de Resident Evil o memorizar el mapa de GoldenEye 007 sin ayuda externa fortaleció circuitos neuronales que hoy se encuentran debilitados en muchos jóvenes.


Los beneficios de los juegos modernos (y por qué no compensan)


Es justo reconocer que los títulos actuales ofrecen experiencias sociales globales, narrativas cinematográficas y accesibilidad nunca vista. Juegos como Among Us, Genshin Impact o Valorant fomentan la colaboración internacional y la creatividad. 


Sin embargo, el costo psicológico es elevado: tasas crecientes de ansiedad, depresión y burnout gamer entre la Generación Z, según informes de la Organización Mundial de la Salud y centros de salud mental juvenil.


Conclusión: recuperar la era dorada del gaming


Los psicólogos coinciden: los videojuegos de los años 90 no solo entretenían, sino que entrenaban cerebros resilientes, pacientes y capaces de disfrutar el proceso más que el resultado inmediato. La Generación Z no es “peor” por naturaleza; es víctima de una industria que prioriza la retención monetaria sobre el desarrollo cognitivo.


La solución es viable: promover el acceso a clásicos retro (disponibles en Nintendo Switch Online, PlayStation Classics y emuladores legales), establecer límites estrictos de tiempo en juegos modernos y fomentar el juego presencial con amigos. Padres, educadores y los propios jóvenes tienen en sus manos la posibilidad de revertir esta tendencia.


Desempolvar la Super Nintendo o la PlayStation 1 no es nostalgia vacía: es una inversión en salud mental y capacidad cognitiva. El cerebro sigue siendo extraordinariamente plástico. Aún estamos a tiempo de recuperar lo mejor de los 90.

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